sábado, 31 de marzo de 2012

Formar es; no sólo externo, si no también, Educar Conciencias.


El papa  Benedicto XVI en su primera visita a México en días pasados  nos compartía este mensaje  mientras  arribaba a la ciudad de León Guanajuato MÉXICO.


“Es una gran responsabilidad de la Iglesia educar las conciencias , educar en la responsabilidad moral; y desenmascarar el mal, desenmascarar esta idolatría del dinero que esclaviza a los hombres, así como sus falsas promesas.


Debemos saber que el hombre tiene necesidad del infinito. Si no hay Dios, lo sustituye creándose sus propios paraísos, una apariencia de infinitos que solamente puede ser mentira. 


Por eso es tan importante que Dios esté presente y sea accesible. En este sentido la Iglesia puede desenmascarar el mal: haciendo presente la bondad de Dios, su verdad, el verdadero infinito. Este es el gran deber de la Iglesia”.



domingo, 18 de marzo de 2012





HISTORIA DE LA TACITA



LA TACITA 

Una de sus tiendas favoritas vendía vajillas antiguas. En una de sus visitas vieron una hermosa tacita. “¿Me permite ver esa taza?” preguntó la Señora, “¡nunca he visto nada tan precioso!”

En cuanto la tuvo en sus manos, la tacita comenzó a hablar: “¡Usted no lo entiende! ¡yo no siempre he sido esta taza que usted está sosteniendo!. Hace mucho tiempo yo sólo era un montón de barro amorfo.

Mi creador me tomó entre sus manos y me golpeó y me amoldó cariñosamente. Llegó un momento en que me desesperé y le grité: “¡Por favor, déjame en paz!” Pero mi amo sólo me sonrió y me dijo: “Resiste un poco más, todavía no es tiempo.”

Después me puso en un horno. ¡Yo nunca había sentido tanto calor! ¡Me pregunté por qué mi amo querría quemarme, así que toqué la puerta del horno. A través de la ventana del horno pude leer los labios de mi amo que me decían: “Resiste un poco más, todavía no es tiempo.”

Finalmente se abrió la puerta, él me tomó y me puso en una repisa para que me enfriara. “¡Así está mucho mejor!” me dije a mí misma, pero apenas y me había refrescado cuando mi creador ya me estaba cepillando y pintándome. ¡El olor de la pintura era horrible! ¡sentía que me ahogaba! “¡Por favor detente!” le gritaba yo a mi amo; pero él sólo movía la cabeza haciendo un gesto negativo y decía: “Resiste un poco más, todavía no es tiempo.”

Al fin mi amo dejó de pintarme; ¡pero esta vez me tomó y me metió nuevamente en otro horno! No era un horno como el primero; ¡sino que era mucho más caliente! ¡Ahora sí que estaba segura que me sofocaría! ¡le rogué y le imploré que me sacara! grité, lloré; pero mi creador sólo me miraba diciendo: “Resiste un poco más, todavía no es tiempo.”

En ese momento me di cuenta que no había esperanza, ¡nunca lograría sobrevivir a ese horno!. Justo cuando estaba a punto de darme por vencida se abrió la puerta y mi amo me tomó cariñosamente y me puso en una repisa que era aún más alta que la primera, allí me dejó un momento para que me refrescara.


Después de una hora de haber salido del segundo horno, él me dio un espejo y me dijo: “¡Mírate! ¡ésta eres tú!”. ¡Yo no podía creerlo! ¡Ésa no podía ser yo! ¡lo que veía era hermoso!. Mi amo nuevamente me dijo: “Yo sé que te dolió ser golpeada y amoldada por mis manos; pero si te hubiera dejado como estabas, te hubieras secado. Sé que te causó mucho calor y dolor estar en el primer horno, pero de no haberte puesto allí, seguramente te hubieras agrietado. También sé que los gases de la pintura te provocaron muchas molestias, pero de no haberte pintado tu vida no tendría color. Y si yo no te hubiera puesto en ese segundo horno, no hubieras sobrevivido mucho tiempo, porque tu dureza no habría sido la suficiente para que subsistieras. ¡Ahora tú eres un producto terminado! ¡Eres lo que yo tenía en mente cuando te comencé a formar!”

Moraleja: Dios nunca te va a tentar por encime de tus fuerzas ni te va a obligar a que vivas algo que no puedas soportar. Dios sabe lo que está haciendo con cada uno de nosotros. Él es el artesano y nosotros somos el barro con el cual Él trabaja. Él nos amolda y nos da forma para que lleguemos a ser una pieza perfecta y podamos cumplir con su voluntad…y de este modo alcancemos el Cielo.

La tarea Urgente de la Educación

Carta del Papa sobre la tarea urgente de la educación

He querido dirigirme a vosotros con esta carta para hablaros de un problema que vosotros mismos experimentáis y en el que están comprometidos los diferentes componentes de nuestra Iglesia: el problema de la educación. Todos nos preocupamos profundamente por el bien de las personas que amamos, en particular de nuestros niños, adolescentes y jóvenes. Sabemos, de hecho, que de ellos depende el futuro de nuestra ciudad. Debemos, por tanto, preocuparnos por la formación de las futuras generaciones, por su capacidad de orientarse en la vida y de discernir el bien del mal, por su salud no sólo física sino también moral.


Ahora bien, educar nunca ha sido fácil, y hoy parece ser cada vez más difícil. Lo saben bien los padres de familia, los maestros, los sacerdotes y todos los que tienen responsabilidades educativas directas. Se habla, por este motivo, de una gran «emergencia educativa», confirmada por los fracasos que encuentran con demasiada frecuencia nuestros esfuerzos por formar persona sólidas, capaces de colaborar con los demás, y de dar un sentido a la propia vida. Entonces se echa la culpa espontáneamente a las nuevas generaciones, como si los niños que hoy nacen fueran diferentes a los que nacían en el pasado. Se habla, además de una «fractura entre las generaciones», que ciertamente existe y tiene su peso, pero es más bien el efecto y no la causa de la falta de transmisión de certezas y de valores.


Por tanto, ¿tenemos que echar la culpa a los adultos de hoy que ya no son capaces de educar? Ciertamente es fuerte la tentación de renunciar, tanto entre los padres como entre los maestros, y en general entre los educadores, e incluso se da el riesgo de no comprender ni siquiera cuál es su papel o incluso la misión que se les ha confiado. En realidad, no sólo están en causa las responsabilidades personales de los adultos y de los jóvenes, que ciertamente existen y no deben esconderse, sino también un ambiente difundido, una mentalidad y una forma de cultura que llevan a dudar del valor de la persona humana, del significado mismo de la verdad y del bien, en última instancia, de la bondad de la vida. Se hace difícil, entonces, transmitir de una generación a otra algo válido y cierto, reglas de comportamiento, objetivos creíbles sobre los que se puede construir la propia vida.

sábado, 17 de marzo de 2012